Adolfo Miranda Sáenz
Es inútil discutir sobre la fe
cristiana con quienes definiéndose ateos o agnósticos solo aceptan “pruebas
científicas”, pues probar que Dios existe “científicamente” no es posible
(aunque tampoco es posible probar científicamente que no exista). La fe requiere
un acto de la voluntad aceptando como cierto algo que no es evidente. Tener FE no
es tener EVIDENCIA.
Pero aunque no podamos probar la
existencia de Dios en un laboratorio de física o química, la razón nos puede
llevar a él. Santo Tomás de Aquino –por ejemplo- elaboró cinco razonamientos que
resumo en palabras sencillas:
--Todo
lo que se mueve es movido o para moverse depende de otro (persona, animal,
energía, etc.) que también es movido, hasta llegar a un “primer motor” que no
necesita de otro: DIOS.
--Todo lo que existe es efecto de
una causa, la cual es efecto de otra, hasta llegar a la primera causa no-causada:
DIOS.
--De la nada no procede nada. Como
hay cosas que existen, tiene que haber un ser necesario que exista por sí mismo
desde siempre, dando existencia a lo demás: DIOS.
--Todo tiene un nivel de perfección
(de belleza, bondad, utilidad, etc.) que
se mide según se acerque o se aleje de una referencia que es la perfección máxima,
un ser perfectísimo: DIOS.
--El universo tiene un orden
asombroso; incluso las cosas que no tienen conocimiento están admirablemente ordenadas
a un fin. Es necesario un poderoso ser inteligente que ordena todo: DIOS.
Dios
se revela en la creación y también en una serie de libros que se empezaron a
escribir hace tres mil años y se finalizaron hace dos mil: la Biblia; despreciada
por algunos porque no tiene “exactitud científica”, pasando por alto que su fin
es religioso, no científico, y que sus textos “inspirados” no fueron “dictados”, reflejando la sicología y limitaciones humanas de cada escritor, el conocimiento, las condiciones históricas, culturales y hasta los errores de la moral de aquellos lejanísimos tiempos (especialmente del Antiguo Testamento). Dios no nos reveló, enseñó y aclaró todo de una vez,sino poco a poco, respetando el desarrollo propio de la civilización humana.
La revelación la completó Jesús
(Dios hecho hombre), pero todavía estamos comprendiéndola, entendiéndola cada
vez mejor, encontrando nuevas perspectivas según la civilización va
desarrollándose, avanzando, incluso ayudándonos de la ciencia. Aunque algunos
fundamentalistas todavía interpretan la Biblia al pie de la letra, los
cristianos mayoritariamente la entendemos a la luz de los tiempos.
Hoy,
por ejemplo, no condenamos la evolución ni afirmamos que la tierra sea plana o
el centro del universo. Entendemos que cielo e infierno no son “lugares” sino
situaciones. Que Dios repudia toda crueldad y que es infinitamente misericordioso. Que
no existe un “limbo” para los inocentes no bautizados. Que la Iglesia es también humana y comete errores. Sin
embargo algunos prefieren cuestionarnos con argumentos del siglo XIX cuando ya
en el siglo XXI se han desarrollado nuevos enfoques teológicos que lamentablemente
ignoran. Y se sigue avanzando, aunque las “verdades fundamentales” de nuestra
fe (que por cierto no son muchas) permanecen esencialmente firmes e inalterables.